
La habitación cerrada es mi condena.
Las palomas ausentes mi destino.
Escribo como un envenenarme.
Como quien se arroja ciegamente
al fondo de un profundo precipicio;
contra la luz encerrada en las ventanas.
Como quien hunde el cuerpo en alta mar
sin esperanza alguna de regreso.
Como un prófugo a través de la nada.
En cada verso dejo
el sedimento espeso de la sangre.
Me voy crucificando en cada sílaba.
Como un cuchillo inverso me penetro.
Tú
___ poema
__________ balcón
abierto a los infiernos.
De El rostro prohibido
Publicado en Poesi.as, Revista Almiar y Misioletras
Un poema muy hermoso. Me deja pensando...
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Tamara.
ResponderEliminarEse es, quizá, el sentido final de la poesía: Que el lector (interlocutor) vea en nuestras imágenes caminos hacia otras que nacen de su propio pensamiento. A veces, lo conseguimos, y eso es lo que da sentido y vida al poema. Un abrazo.