21 de octubre de 2019
Duele gritar cuando la voz es pura
Duele gritar cuando la voz es pura,
cuando aún no hemos bebido los amargos
licores que la vida nos reserva.
(Entonces aún creíamos
que el mundo era un susurro).
Duele entrar en el templo
donde los mercaderes vocean alimentos
ahítos de retórica y veneno.
Duele callar cuando la voz es cruda
cuando ya se han probado los brebajes
del infortunio y las traiciones.
Por eso, aunque tan solo
la mar y las arenas nos escuchen
es preciso cantar, hasta la madrugada
y mucho más allá, cantar como posesos
mientras el mundo arde en su vorágine
de iniquidad, perfidia, egolatría
y otras maquinaciones innombrables.
Es preciso cantar sin condiciones
hacia la inmensidad del horizonte.
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