24 de septiembre de 2011
Porque una tarde reventé los muros
Porque una tarde reventé los muros de mi encierro
dispuesto a devorar el horizonte.
Porque bebí del cáliz celosamente oculto
que entreabre las puertas de la dicha.
Porque cerré los ojos y me lancé al vacío
de otros ojos que incitaban a la vida.
Porque violé los estatutos de los presos
y prendí fuego a los viejos pergaminos
que cercenan los sueños.
Porque ungí sagradamente mis alas oxidadas
con el verbo balsámico de otro labio lejano.
Porque corrí, dancé, canté sobre el asfalto,
porque amé, deliré, caminé junto a ríos
y habité otras ciudades y atravesé fronteras,
y dejé que mi piel ardiera entre las brasas
de una incierta quimera
mientras Kronos devoraba los segundos
que conducen al valle desolado
que los ángeles llaman Despedida.
(Mi último dios espera entre las sombras
del rincón oriental; no dice nada.
No queda nadie más, sólo nosotros:
su sombra y mi delirio.
____________________Sólo uno
podrá salir con vida)
De Destierro
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Muy intenso Sergio. Es uno de los que más me gustan. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Mayte. Me alegra saber que te gusta. Un abrazo.
ResponderEliminarEl poeta conoce los laberintos de la mente del hombre, lo desnuda en cada verso y al leerlo nos enfrenta con nuestros demonios. Lo amargo permite saborear mejor lo dulce, muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita y tus enriquecedoras palabras.
EliminarUn cordial saludo.