8 de noviembre de 2011
Caminamos
Por las obtusas calles de lo cotidiano
caminamos.
Sin nadie a los costados,
con una incomprensible guía en el bolsillo
y una no menos incomprensible fe en nuestro itinerario.
Alrededor hay rostros que nos miran con desconfianza,
acaso horrorizados
o interrogantes,
o indignados,
o con fingido espanto santiguándose,
y en todo caso, ajenos, del otro lado de la vía.
Pero en cualquier esquina nos asalta
el rostro cómplice que nos contempla con cierta admiración
y cuya sonrisa nos empuja a seguir dibujando senderos
para los pies descalzos del mañana.
Y entonces la nieve en los zapatos ya no resulta tan pesada
ni vacilamos ante los inclementes empujones
o las mezquinas zancadillas que se van alzando a nuestro paso.
Aun así, las calles son las mismas que nos vieron
echar a andar en una madrugada yacente en el olvido.
Tal vez no hagamos más que dar vueltas en círculo,
erráticos vaivenes en la oscuridad.
Y sin embargo, caminamos,
sin nadie a los costados caminamos,
con una obstinación quizá heredada
de aquellos otros que algún lejano día caminaron
forjando sin saberlo caminos útiles,
ciudades habitables y espíritus.
De La estrecha senda inexcusable
Publicado en Proyecto Patrimonio, Arte Poética, El gato de Hank, Almiar, Inventiva social y la revista RAMPA.
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Aunque las calles sean las mismas, no dejes de caminar. Y construir.
ResponderEliminarExcelente.
Un beso.
En eso estamos, Mayte.
ResponderEliminarGracias por tu presencia y un abrazo :-)
"Sin nadie a los costados caminamos "
ResponderEliminarLa herencia de los solitarios.
Abrazos amigo mío.
Así es. Ese caminar a solas es como nuestra seña de identidad. Abrazos.
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