ya no son las palomas que otras tardes nos vieron
sentados en la plaza
hablando de futuros imposibles
o recordando el tiempo en que fuimos felices
o el tiempo doloroso de tantas decepciones.
(Ya no son las palomas
que se arremolinaban
en torno a nuestro banco
esperando tal vez alguna miga,
un grano de maíz
o tal vez sólo
oyendo embelesadas tus palabras
que pintaban quimeras en el viento).
Estas palomas que hoy me sobrevuelan
no son palomas blancas,
tan sólo son fantasmas de palomas
sobrevolando mi perdida sombra.

Con nuestro inconfundible sello... Abrazo.
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