Nos dijeron que el mar, que las sirenas,
que el azul cristalino de sus aguas,
que el contorno dorado de sus playas...
Nos hablaron del candor de los delfines,
del vuelo litoral de la gaviota,
de la agreste beldad del arrecife,
del gorjeo festivo de la espuma...
Mas nada nos dijeron del petróleo.
Hoy mis ojos contemplan aterrados
el negro resplandor de las orillas
y el oleaje infame de las aguas
preñadas del hedor de las bodegas.
Hoy el mar es una charca pestilente
y en los despachos se elaboran estrategias
para escurrir el bulto
mientras muere una ciudad bajo las aguas.
(Se dice que en fondo del océano
habitan seres mitológicos, temibles.
Es posible que alguna de estas noches
salgan de su silencio milenario
para arrojarnos su horror multiplicado).

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