Tal vez sea mejor buscar un fuego
y echarse a navegar entre las brasas
para así rendir culto a las cenizas.
Y luego renacer.
Proféticamente renacer
para surcar el nuevo firmamento
sin fuegos fatuos ni estrellas engañosas
ni efímeros efluvios de rocío
bañando la espesura estremecida.
Renacer y sentir sobre la carne
la brasa de otra carne despertando
flamígeros volcanes en reposo.
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