No me quedan auroras que ofreceros.
Nunca regresaremos de esas tierras de humo
donde yacen calcinados los arcángeles
y una flor es un símbolo de infamia.
No me quedan ibones ni amapolas,
ni el destello fugaz de un arco-iris.
Tan sólo lluvia triste en los bolsillos.
Otoños.
Cánceres de paloma desplumada.
Y a lo lejos un sol que se desmaya
tiñendo de silencio los campos desolados.
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