12 de junio de 2011
La noche es pródiga en ausencias
La noche es pródiga en ausencias.
Sobre almohadas dormitan estaciones desiertas.
Mas debe haber algún tren entre los páramos,
o en el fondo sin nombre de los túneles.
Debe haber algún tren quizá dormido,
bruscamente parado al borde de un recuerdo,
girando sin consuelo tras una aurora falsa
o apresado en la telaraña de los itinerarios.
Hay calma en el andén, niebla de cigarrillos,
ojos enrojecidos de espera, un viento frío.
Hay trenes varados, negros, trenes averiados
siniestramente abandonados en alguna vía muerta.
Nada se mueve, todo es quietud en tonos grises,
ni un sonido perturba la paz de las almohadas.
Y sin embargo, el sueño esboza una presencia
al final del andén, sin maletas, sin prisa,
un rostro que apenas presentido se diluye
en la explosión violenta del día que comienza.
El alba es un puñal de amargo filo
que penetra de luz los trémulos andenes.
Y a este lado, la estación está vacía.
De El rostro prohibido
Publicado en Revista Almiar, PoeMartes (MediaIsla) e IslaNegra
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