
con su eterna tristeza de único testigo
contempla el mar.
_______________El hombre
a la orilla parado de ese mar en tinieblas
medita y calla; sueña
ciudades sumergidas en las profundidades.
(Apócrifos recuerdos recobrados de pronto)
La quietud de las olas delata tempestades
que han de llegar. La calma,
el silencio del viento,
presagian oceánicas batallas
que han de inquietar el pecho del viajero,
llagando con sus fieras marejadas
el alma de la noche adormecida.
Después la mañana, el hombre
a la orilla parado de esas olas en calma
recordando ciudades sumergidas
más allá del olvido.
De La estrecha senda inexcusable
Publicado en el libro electrónico Camino al andar
La luna siempre es mágica... Un besazo.
ResponderEliminarGracias por acercarte hasta aquí a pasear bajo esta luna, Tamara. Un abrazo.
ResponderEliminarAcabo de regresar de un viaje a la montaña y es lo 1º que leo y releo. Hermoso. Conmueve y acompaña! Eres muy buen poeta, genuino! Vale! M.S
ResponderEliminarGracias, Miriam. Espero que ese viaje a la montaña haya sido emocionante y enriquecedor. La montaña es una de las patrias del poeta. Un abrazo.
ResponderEliminarRealmente hermoso como hermosa es la luna.
ResponderEliminarMartha Navarro Bentham
Hermosas tu tierra y tú y tus palabras, Martha.
ResponderEliminarGracias por tu presencia y un abrazo.