Es cierto que cuando se ha caminado mucho, y aunque a pesar de todo no se haya llegado muy lejos, o quizá precisamente por eso, tiende a apoderarse de nosotros un cansancio que, por desconocido e inesperado, nos desconcierta. En tales casos, uno piensa que tras una larga y apacible noche junto a un hogar cálido, sobre un lecho confortable y al abrigo de las mantas, todo será de nuevo como al principio, que se habrá borrado la fatiga y podrá reanudarse el camino con renovadas energías. Pero en ningún modo es así. Este cansancio es persistente y no bastan la noche, el hogar y las mantas para hacerlo desaparecer. Aun si la noche fuese tan larga como el día que la precedió -ese prolongado día que fue testigo de nuestro arduo caminar- no hay garantía alguna de recuperación. Así, cuando amanece -si hemos de suponer que tal cosa puede ocurrir en realidad- la fatiga es casi tan grande como en el momento en que nos tendimos a descansar. Quisiéramos dormir un rato más, sentarnos junto al fuego, demorarnos un poco aún junto al umbral, pero el Posadero nos ha acompañado hasta la puerta y, con gesto amable, nos mira como invitándonos a partir. Su mirada es tranquila y quizá hasta compasiva, pero el mensaje que se desprende de ella es inequívoco: Debemos reemprender la marcha de inmediato. Y así lo hacemos. Resignadamente. Nos despedimos con un gesto, retomamos el sendero, verificamos la ruta -aun sabiendo que toda ruta es ilusoria- y nos preguntamos si algún día, por fin, llegaremos. Tal vez nos ayudase -pensamos- saber a qué lugar nos dirigimos.
De Prosas breves
Publicado en Revista Almiar, MediaIsla proSábado, boletín Misioletras nº 86 y en el libro electrónico Camino al andar.
Esto pasa tantas veces, pero esta claro que lo importante es saber que llegarás y que el esfuerzo habrá merecido la pena.
ResponderEliminarUn besazo.
Ahí está el meollo, amiga Tamara: ¿Llegaremos? ¿A dónde? ¿Merecerá la pena? ¿No nos extraviaremos? La vida es El libro de las preguntas.
ResponderEliminarGracias por venir y un abrazo.
Un texto reflexivo que mueve a la relectura. ¡Ay, eso de andar y caminar...! bello planteo, sobre todo en cuanto a saber hacia dónde vamos. Felicitaciones, Sergio.
ResponderEliminarGracias, Pilar. Si supiésemos hacia dónde vamos, tal vez sería menos fatigoso y esquivo el camino. Un abrazo.
ResponderEliminarsi llegamos o no, no dependera de nosotros, lo que vale es seguir.Gracias por compartir este sabio texto.
ResponderEliminarGracias a ti, Sandra, por enriquecerlo con tu lectura.
EliminarUn saludo.
Tan parecido a la realidad de tantos!1 Impecable!!
ResponderEliminarGracias, Nerina. Un abrazo.
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