20 de octubre de 2011
No quiero cantar
No quiero cantar y se me hacen sangre las palabras
y brotan obstinadas como una vena abierta
encharcando el silencio de la tarde que espera
un tren, una odisea o el fragor de mis gritos.
No quiero cantar pero mis voces no se apagan
y siguen derramando susurros delirantes
hacia el cielo indiferente del crepúsculo.
Mas en las estaciones abandonadas no hay certezas;
tan sólo ausencias
______________ oquedades
______________________ recuerdos de miradas
vagos gestos de adiós como una llaga en la memoria
un vértigo de trenes perdiéndose en la noche...
Sólo la estación desierta
________una voz aletargada entre mis labios
_______________y el eco atroz que no puede escucharse.
De Destierro
Publicado en Boletín Misioletras y El_Ebro
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Que duras son las despedidas... Besos.
ResponderEliminarSobre todo cuando son para siempre, Tamara.
ResponderEliminarGracias por tu palabra y un abrazo.
La vida es como una estación de trenes, van y vienen sin parar, unos nos traen alegría, otros nos la quitan. Se cruzan, y también van en paralelo y otras... no van a ninguna parte...
ResponderEliminarMe gustó mucho el poema, Sergio.
Recibe un cordial y afectuoso saludo.
Gracias por tu visita y por la reflexión que haces, Isabel.
ResponderEliminarBienvenida a estos desiertos.
Un abrazo.
¿Por que quiere el destino de Federico, el de Fuente Baqueros, el de mi amada y nunca conocida Granada? Un Bardo canta, canta siempre aun, aunque vengan degollando...
ResponderEliminarAhí le dio, amigo Periquito: Eso es justamente lo que venía diciendo: que aunque uno no quiera, si la voz se empeña no hay argumento que valga. En esa canción empeñamos la vida y la cordura.
ResponderEliminarGracias por la palabra y un abrazo.
Me quedé en la estación desierta...
ResponderEliminarGracias por tu visita, Mónica.
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