4 de junio de 2011
Antes del fin
Cuando subía la cuesta en dirección al Puente de Piedra, me abordó una jovencita. Explicó que su moto la había dejado tirada y necesitaba un euro para gasolina. Conté lo que llevaba en mis bolsillos: Dos euros y algunos céntimos. Se lo di todo. Ella protestó. Yo insistí. Ustedes, malpensados, creerán que lo hice porque era joven y rubia. Porque a pesar del pelo enredado me resultaba atractiva. Ante eso me encojo de hombros y, si aún pudiera sonreír, sonreiría. Durante unos instantes, contemplé cómo se alejaba. Luego terminé de subir la cuesta, llegué al puente, me aseguré de que nadie estuviera mirando -actitud ésta un poco ridícula, si se piensa en ello-. Después, lentamente me asomé por encima del pretil de piedra. Respiré hondo. La corriente, imparcial, discurría allá abajo, como un firmamento líquido.
De Prosas breves
Publicado en la revista Con voz propia y en Inventiva social.
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