De las aguas inertes del olvido
hoy rescato la estampa de una tarde.
Percibo el ruido de unos pasos, un perfume,
oigo una voz preñada de susurros,
roza mi piel la brisa del otoño...
No sé si ella existió, no sé su nombre.
Tal vez sólo fue un sueño, tal vez nunca
sus labios incendiaron mis arterias.
Nunca sabré si sombra de algún ángel
fue la que así sembró su fina esencia.
Nunca sabré si fue llama o tan sólo
un sutil rechinar de transparencias.
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