12 de julio de 2016
Los espectadores agraviados
Querido amigo Bertolt:
Hoy me atrevo a escribirte nuevamente
desde esta atroz distancia que es el tiempo.
Tal vez cuando me leas (si tal cosa sucede)
estemos (tú o yo, los dos quizá, o ninguno)
sirviendo naranjadas con vodka a los arcángeles
o asfaltando con notas musicales
las torvas avenidas del desierto
(que otros llaman infierno o despedida).
La cuestión es que he leído tu poema,
ése que se refiere a los que luchan
contra el virus letal de la injusticia
y a la apatía de los espectadores.
Y yo, en cambio, si creo que los mansos
sienten su cobardía como un cáncer,
la dolorosa llaga de una ausencia.
Están avergonzados, sí, mas de otro modo:
Un lodo pestilente se abre paso en sus venas,
un temible veneno que no conoce antídotos
se va extendiendo por todos los rincones
de la innoble quietud que los gobierna.
Para enmascarar esa vergüenza
agitarán sus puños y sus voces
contra aquellos que allanaron sus caminos
y ahuecaron sus cojines y murieron a veces
tan sólo por enarbolar una palabra,
por dibujar a gritos una aldea habitable.
No tienen cicatrices ni rasguños,
no fueron mutilados ni sufrieron tortura,
siguen vivos, indemnes y callados.
Por eso cada herida del otro es una afrenta.
Cada miembro amputado
una solemne bofetada, cada tumba
un grito retumbando en sus oídos.
Para acallar el grito
destilan su rencor en alambiques
de hipocresía, ruido y desmemoria.
Para acallar el grito se zambullen
en el anonimato de las masas
que agitan banderitas de colores
previsiblemente intercambiables.
De Por si mañana no amanece, Poemas de @S_Borao_Llop
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