A Don Pablo Neruda, in memoriam.
Reconozco el salitre de sus pulidos versos,
la atlántica firmeza que los parió desnudos
la sangre enamorada que amamantó su fuerza
y el agudo chirriar de los ferrocarriles
que unen patrias y mares y llevan esperanzas.
De lucha, amor y fierro crecieron las palabras,
su luz se fue expandiendo por pueblos y senderos,
la paz del caminante fue la explisión secreta
que prestó alas al verso para poblar las sierras
donde los campesinos vieron crecer la vida,
donde se hizo mujer la fértil resistencia.
Hoy esa voz nacida de la roca
callada está, su grave resonancia
dejó paso a su indómito recuerdo.
La cordillera estremecida de su verbo
se hizo tuétano en las almas de los pobres.
Hoy, nosotros, lo que queda del pueblo malherido,
hemos querido entonar un canto hacia la aurora,
y en su memoria esparcirlo por el viento
como una ofrenda matinal que verifique
su presencia vital desde la tierra
que le cobija. Gracias.
Gracias don Pablo
por enseñarnos el hierro y los volcanes,
por su recia testuz de militante,
por las navegaciones estelares
por las espigas, los navíos, las quimeras
por la fe y por el clamor de las montañas
que un día se alzarán incontrolables
contra los viles verdugos de la tierra.
la atlántica firmeza que los parió desnudos
la sangre enamorada que amamantó su fuerza
y el agudo chirriar de los ferrocarriles
que unen patrias y mares y llevan esperanzas.
De lucha, amor y fierro crecieron las palabras,
su luz se fue expandiendo por pueblos y senderos,
la paz del caminante fue la explisión secreta
que prestó alas al verso para poblar las sierras
donde los campesinos vieron crecer la vida,
donde se hizo mujer la fértil resistencia.
Hoy esa voz nacida de la roca
callada está, su grave resonancia
dejó paso a su indómito recuerdo.
La cordillera estremecida de su verbo
se hizo tuétano en las almas de los pobres.
Hoy, nosotros, lo que queda del pueblo malherido,
hemos querido entonar un canto hacia la aurora,
y en su memoria esparcirlo por el viento
como una ofrenda matinal que verifique
su presencia vital desde la tierra
que le cobija. Gracias.
Gracias don Pablo
por enseñarnos el hierro y los volcanes,
por su recia testuz de militante,
por las navegaciones estelares
por las espigas, los navíos, las quimeras
por la fe y por el clamor de las montañas
que un día se alzarán incontrolables
contra los viles verdugos de la tierra.
Publicado originalmente en Poesi.as, Proyecto Patrimonio y ArtePoética.
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