A Eva L.L. que sembró la idea
y aportó alegría a mi vida.
Ella quería ser princesa
pero, visto de cerca,
el palacio no era de cristal
sino de frío acero.
Y los invisibles barrotes
fueron deformando su rostro
-un rostro antaño dulce-
hasta transformarlo en una máscara,
una máscara de plástico
diseñada para un mundo de plástico
donde sólo es real el desencanto.
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