Música. Luz. Conversaciones.
Un polvo blanco en la yema del meñique.
Tacones. Rímel. Medias de rejilla.
Ella camina resuelta
atrayendo miradas, despertando deseos
y palabras. A su alrededor vibra
un estruendo de arañas luminosas,
estrellas de interior, constelaciones
de plata y oropel, oro, esmeraldas,
un éxtasis de brillo y dientes blancos.
Pero este oasis es sólo un decorado.
Detrás del cartón-piedra huele a azufre
y al final del corredor hay una puerta
y tras la puerta un hombre, unos billetes,
la sonrisa perversa del crupier
en cuya mano están todos los triunfos.
Tiempo atrás le dijeron
que esa puerta se abría al paraíso.
Ahora sólo espera
-entre lágrima y golpe-
que algún día se cierre para siempre
o ángeles jornaleros
derriben estos muros
y excaven galerías
hacia el cielo secreto de Boudin.
Un polvo blanco en la yema del meñique.
Tacones. Rímel. Medias de rejilla.
Ella camina resuelta
atrayendo miradas, despertando deseos
y palabras. A su alrededor vibra
un estruendo de arañas luminosas,
estrellas de interior, constelaciones
de plata y oropel, oro, esmeraldas,
un éxtasis de brillo y dientes blancos.
Pero este oasis es sólo un decorado.
Detrás del cartón-piedra huele a azufre
y al final del corredor hay una puerta
y tras la puerta un hombre, unos billetes,
la sonrisa perversa del crupier
en cuya mano están todos los triunfos.
Tiempo atrás le dijeron
que esa puerta se abría al paraíso.
Ahora sólo espera
-entre lágrima y golpe-
que algún día se cierre para siempre
o ángeles jornaleros
derriben estos muros
y excaven galerías
hacia el cielo secreto de Boudin.
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