Cuando digo París no estoy hablando de las fotos que duermen en los álbumes del sótano, aunque tras las persianas del recuerdo naveguen los colores de la noche como cristales que lentamente se van deshilachando sobre un cojín de nostalgia bordado con caricias y notas musicales.
Cuando digo París no hablo de pasos misteriosos y prófugos resonando a una orilla de la calle, ni de la sombra añil que deja una lágrima rodante, ni del labio-trasluz detenido en el tiempo por el furtivo impacto de unos besos cuyos ecos van rebotando y multiplicando su reflejo por todas las esquinas en penumbra.
(Sé que cuando tú dices París es la voz de una melodía no inventada, es el empedrado irregular y las riberas del Sena, es el amanecer en plena noche y la risa, la colosal estatura de los edificios, la insólita música de las piedras, la fuente helada de Versalles, la verificación de un sueño...)
Pero si yo digo París te estoy nombrando. Cuando digo París hablo de ti y de los puentes, sobre todo de ti y de los puentes y de una isla; y en esa isla, unos pies parados en el infinito, allí parados y mirando eternamente hacia la mole indescriptible, hacia las torres que esperan, hacia la inmensa soledad de un reloj que nunca se detiene.
Cuando, olvidados ya de mí y de mis quimeras, tal vez echéis de menos mis manos en la noche. Cuando, perdidas ya las pistas de mi risa, caminéis por el filo de una voz enemiga. Cuando mueran los trigos. Cuando desaparezca...
No me busquéis en casas decoradas por artistas del lujo y el boato. No me busquéis en cálidos despachos ni entre alfombras, cortinas o lámparas antiguas. No me hallaréis tampoco entre las gentes que, despreciando al hombre, conversan vanamente con vacías palabras que nada significan.
No estaré con aquellos que filtraron (sin piedad, sin rubores) gota a gota la sangre de los pobres para hacer de cada vena un instrumento de riqueza enterrada en sus bolsillos.
Buscadme en el sepelio de una hoja brutalmente arrastrada por el viento. Tal vez en las aceras, entre las multitudes, solo, contemplando el ocaso de un insecto o el cambio de colores de un semáforo.
Ahogándome quizás tozudamente en gigantescas fuentes de nostalgia, o prendido de un silbo recorriendo recuerdos.
También me encontraréis enredado en la hiedra que crece por los muros del eterno rayo que hirió mi piel y no se apaga. Tal vez esté subido en una estrella o escarbando la tierra malherida o cantando a la luna mis desvelos o arrullando las aguas del arroyo o a la orilla nocturna de ese mar compañero de viajes y esperanzas, de ese mar que me ama.
Jugando con las ninfas sobre una flor de loto, en el curso de un río al norte de mi aldea, comentando con un almendro amigo las últimas promesas del otoño o el tono grisverdoso del crepúsculo.
Allí me encontraréis sinceramente vuestro si me buscáis en pie, sin veleidades.
Su voz es un fantasma boreal, su pelo un rebelde cometa clandestino.
Sus ojos, un abismo.
Una ráfaga triste su mirada.
Una nube su cuerpo. Su alma... No preguntéis por su alma. La primavera yace tendida entre cien párpados confusos. Nadie la toca ______________nada parece haber cambiado. ________________Sólo la aurora sabe.
Regresarás, porque el regreso es la madera inevitable del árbol del destierro.
Regresarás vencido, caminando despacio, y esos mismos lugares ya no serán los mismos.
El parque de tu infancia ya no es el mismo parque, tiene otro olor el césped, otro color las piedras, y esos viejos senderos no recuerdan tus pasos porque otros son los pasos que ahora arañan su arena.
¿Dónde estarán aquellos atardeceres tibios? ¿Dónde el contorno ansiado de las adolescentes?
Contemplarás el lago, su silencio temible, pero es otro silencio, no son las mismas aguas que una vez reflejaron la imagen de tus sueños.
Sólo serán los mismos los nombres de las cosas, los nombres de las calles, los números, los coches, y tal vez las ausencias.
Y así, aun este último reducto será como un rechazo, como un viento caliente soplando entre los árboles y calcinando un poco más los restos mortecinos de tu agotado corazón que lentamente va apagándose hacia regiones ciegas donde todo es exilio.