16 de diciembre de 2013

Planes

En ocasiones, se nos deja salir al patio. Allí, me reúno con otros presos y -no podía ser de otro modo- hablamos de la futura huida. Hacemos planes, cálculos, previsiones. Fijamos fechas, proyectamos túneles, estudiamos los cambios de guardia. En secreto, redactamos informes que guardamos celosamente en nuestra imaginación. Así, consumimos tardes enteras soñando los pormenores de la evasión, el exacto momento en que nuestros pulmones volverán a llenarse del preciado aire de la libertad.

Pero, a solas en la celda, una vez que se ha apagado el eco de las conversaciones, ¿quién pensaría seriamente en huir, a pesar de todas las incomodidades? Si todo lo que poseemos -o somos conscientes de poseer- en el mundo, si todo aquello que apreciamos (los imborrables recuerdos, los sueños en los que las innumerables visiones deambulan por la celda cuando dormimos, las multiplicadas y entrañables arañitas que nos visitan cada noche) se halla aquí, entre estos odiados muros, ¿cómo pensar ni un sólo instante en la huida?


No creo errar al afirmar que a todos nos sucede lo mismo, que nos sentimos atados por los mismos sentimientos, o acaso tan sólo por la inquebrantable fuerza de la rutina; pero es imposible concebir un recluso que no tenga los más fervorosos deseos de huir: De ahí, sin duda, las interminables conversaciones secretas del patio, y los meticulosos e infalibles planes que jamás se han de poner en práctica.


Más viñetas carcelarias en Celda.

11 de noviembre de 2013

De pronto abrir los ojos



Yo no sé por qué vivo
la vida de este otro
que se parece a mí,
que habla como yo hablo
y ríe como río
pero que no es (¿soy?) yo

si sería tan fácil
saltar, abrir los ojos,
atravesar la línea...
de pronto abrir los ojos
a esa otra realidad
que yo sé que está ahí
pero que no distingo
perdido entre estas calles
que parecen tan sólidas
confinado a estas ropas
cautivo de este cuerpo
que me ahoga y contiene,
anclado
a la expresión idiota de mi rostro
que mira una pantalla
donde bailan las sombras de otras gentes
que,
            lo mismo que yo
tampoco existen.


De Por si mañana no amanece

17 de septiembre de 2013

Identidad


 Son para ti estos versos
(quienquiera que tú seas
dondequiera que estés);
para ti que caminas sin estrépito
por las calles lejanas
de otra ciudad perdida
(otra ciudad que es ésta,
mas donde yo no existo)
otras calles tan viejas
como éstas que atravieso
callejas que recorro
solo, sin tus latidos
resonando a mi lado;
una ciudad gemela
tal vez en otro espacio,
en otra dimensión desconocida;
y tú siempre girando
en idénticos círculos,
dibujando itinerarios paralelos,
pero lejos, distante,
padeciendo esta misma soledad
que me calcina
y sin poder salvar de un salto esa distancia
que a los dos nos resulta incomprensible.


De Por si mañana no amanece

24 de agosto de 2013

Parece una tontería, pero llueve



Mi vida es un barranco, ya lo dije,
una zona desértica, una asfixia.
Un cable de alta tensión abandonado
al borde de un pantano de petróleo.

Pero llueve y veo caer todas esas gotas,
(todas y cada una, como hermanas
que me sonríen desde su alba líquida)
las veo estrellarse en las baldosas
o en los rostros mojados, en los árboles;
las veo golpear farolas y paraguas,
toldos, ventanas, autos, un buzón, unos bancos...

Y en el medio estoy yo. Mojándome.
A pesar de todo. Mojándome y pensando
que nadie puede arrebatarme
el placer de esta tarde y esta lluvia.


De Por si mañana no amanece

1 de febrero de 2013

Rocío

rocio


Estrecho manos que se perderán
en las encrucijadas del olvido.

Beso labios efímeros,
destellos en la niebla.

Persigo sombras vagas,
ecos quizá, reflejos.

¿Dónde está el Horizonte
que alguna vez soñamos?

- No hay Horizonte: Sólo
la inasible caricia de la brisa
en su tránsito ciego; sólamente
el roce de la vida, insinuado.


De Por si mañana no amanece

10 de enero de 2013

Pero he aquí que, en un recodo inofensivo


Pero he aquí que, en un recodo inofensivo,
se alzarán las barricadas del desánimo.

Esos serán los días de la desolación.

Todos los trinos del mundo habrán cesado
y te verás cercado por amenazantes nubarrones
prestos a descargar torrentes de decepción
sobre tus espantados ojos.

Entonces el camino te parecerá insoportablemente estrecho.
Podrás sentir el frío ciñéndose a tu carne,
el viento de los páramos azotando tu rostro,
la noche agigantándose sobre el valle desnudo.


Acaso en esa hora de lánguida derrota
añores las falsas caricias de esa vieja prostituta
cuyos labios de colores se entreabren en la distancia.

Ángeles de alquitrán vendrán a rescatarte,
te hablarán de noches cálidas, de vasos humeantes,
de aromas embriagadores y confortables lechos.

Mirarás el sendero repleto de guijarros,
mirarás tus pies descalzos, tu piel enrojecida.

Y así, por un momento, te sentirás perdido,
notarás que toda convicción va abandonándote,
y tal vez llegues a empuñar la pluma de la renuncia.

Pero la sangre del Caminante se agolpará en tus venas,
se detendrá tu mano en el instante exacto de la firma,
se entornarán tus ojos y escucharás de nuevo tu voz verdadera
recitando el poema nunca escrito
de las calles sin luces,
de prados y vergeles y niños harapientos sin consuelo.

Sabrás entonces
que el país al que te diriges queda demasiado lejos
y que nada ni nadie puede trasponer sus murallas
sin haber recorrido, palmo a palmo, el camino.

Luego, tu pie se moverá iniciando un nuevo paso,
quizá el más doloroso,
y esos ángeles falsos se hundirán en el barro
dejando apenas su horrible pestilencia a tus espaldas.


De Nómadas
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