10 de enero de 2013

Pero he aquí que, en un recodo inofensivo


Pero he aquí que, en un recodo inofensivo,
se alzarán las barricadas del desánimo.

Esos serán los días de la desolación.

Todos los trinos del mundo habrán cesado
y te verás cercado por amenazantes nubarrones
prestos a descargar torrentes de decepción
sobre tus espantados ojos.

Entonces el camino te parecerá insoportablemente estrecho.
Podrás sentir el frío ciñéndose a tu carne,
el viento de los páramos azotando tu rostro,
la noche agigantándose sobre el valle desnudo.


Acaso en esa hora de lánguida derrota
añores las falsas caricias de esa vieja prostituta
cuyos labios de colores se entreabren en la distancia.

Ángeles de alquitrán vendrán a rescatarte,
te hablarán de noches cálidas, de vasos humeantes,
de aromas embriagadores y confortables lechos.

Mirarás el sendero repleto de guijarros,
mirarás tus pies descalzos, tu piel enrojecida.

Y así, por un momento, te sentirás perdido,
notarás que toda convicción va abandonándote,
y tal vez llegues a empuñar la pluma de la renuncia.

Pero la sangre del Caminante se agolpará en tus venas,
se detendrá tu mano en el instante exacto de la firma,
se entornarán tus ojos y escucharás de nuevo tu voz verdadera
recitando el poema nunca escrito
de las calles sin luces,
de prados y vergeles y niños harapientos sin consuelo.

Sabrás entonces
que el país al que te diriges queda demasiado lejos
y que nada ni nadie puede trasponer sus murallas
sin haber recorrido, palmo a palmo, el camino.

Luego, tu pie se moverá iniciando un nuevo paso,
quizá el más doloroso,
y esos ángeles falsos se hundirán en el barro
dejando apenas su horrible pestilencia a tus espaldas.


De Nómadas
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