12 de mayo de 2015

Querido Bertolt (respuesta de un hombre futuro)



Cierto que escapamos de un tiempo sombrío, pero siguiendo las implacables leyes de la física, saltamos de la sartén para caer en el fuego. No obstante, también el fuego ha cambiado, queridos antepasados, como todo lo demás. Ya no es una llamarada que destruye lo que toca en cuestión de segundos. Ahora es un fuego frío que va socavando la esencia misma de las cosas sin cambiar apenas su apariencia, pero descomponiendo el interior hasta convertirlo todo en un cascarón hueco.

La injusticia sigue existiendo, pero ha aprendido a vestirse de etiqueta. Se escuda tras la ampulosidad de términos vagos, que la salvaguardan de la humillación pública que en el pasado pudiera provocarle su propia desnudez.

Sigue existiendo la guerra, el más vergonzoso de todos los inventos del hombre, pero también la guerra ha aprendido a mutar, a transformarse, a vestirse con pieles de cordero. También han cambiado las armas: Las ametralladoras, las bombas, el napalm, se nos antojan hoy armas inocentes. Esta era nos ha traído el arma más temible: la publicidad. Así, el control de los medios de difusión se ha convertido en algo estratégico. No es más poderoso quien más mata, sino quien mejor sabe vender la filosofía según la cual esas muertes eran necesarias.

Hoy los rostros de los justos están desfigurados, roncas sus voces, pues ya no es posible ser amables en un mundo en el que la amabilidad se ha convertido en el vehículo de la hipocresía, en un tiempo en que se enarbola la palabra verdad para justificar todas las mentiras, en una era en que todas las palabras finalmente han sido prostituidas por el uso aberrante que los humanos hemos hecho de ellas. Admiro y envidio tu optimismo, amigo Bertolt, pero el tiempo en que el hombre sea amigo del hombre es posiblemente la mayor utopía que puede concebir la mente humana. Tal vez nos quede, paradójicamente, una esperanza que proviene del horror: La deshumanización, el control de todo lo que nos rodea, que ahora ejercen los grandes holdings y que muy pronto estará en manos de las máquinas, puede ser el estallido que nos haga despertar, la piedra sobre la que se edifique una nueva humanidad, en la que aprendamos a vivir de otro modo, a desterrar todas esas palabras y a prescindir de todas esas vanidades que nos han llevado a este punto en el que hoy nos encontramos. 

¿Podremos pedir nosotros indulgencia cuando llegue la hora, si es que acaso el futuro es posible, si es que el hombre puede al fin salvarse de sí mismo?


De prosas breves.
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