12 de diciembre de 2014

Penélope


Ella teje
sentada en un rincón.

Los hombres la contemplan
mientras beben sus copas, preguntándose...

Algunos se le acercan,
se apoyan a su lado, la interrogan.
Ella plácidamente niega
sin dejar de tejer.

Penélope la llaman.
Y en secreto temen que algún día
aparezca el Ulises esperado
y ella se vaya para siempre 
dejando un rastro diminuto
de hilos entrecortados tras de sí.

Pero esta Penélope no espera a ningún héroe.
Ni hombre ni dios ni salvador espera.
Tan sólo teje para sobrevivir
como tantas Penélopes anónimas
que fueron, son, serán, en esta tierra.

No entienden su destino, pero tejen
la invisible estructura
que determina el censo de los días.

12 de noviembre de 2014

Si te vas a marchar


Si te vas a marchar, toma mi mano
y empújame al abrazo de la muerte,
que este abismo de silencio no lo quiero,
que este cúmulo de ausencias me envenena
como un atroz licor que no perdona.

Si te vas a marchar, ángel vencido,
emigrante de mi cuerpo y de mis versos,
no me dejes el eco de tus risas
ni el rastro de tu piel entre mis dedos
ni la instantánea de tu sombra en los zaguanes.

Si te vas a marchar, llévate los recuerdos;
borra de mi cuaderno las palabras
que llenaron las tardes de otro otoño.

Si te vas a marchar, como un tiro en la sien del horizonte,
para el latir del tiempo y acalla las mareas
de la atlántica orilla que no olvida
todas aquellas noches de música y almíbar.

Si me vas a matar, entierra mi cadáver.
No lo dejes pudriéndose en las fauces
del tenebroso olvido y la resaca.

Si te vas a marchar, ciega mis ojos:
De nada han de servirme entre las sombras.


De Destierro
Publicado originalmente en Spanish poetry

24 de octubre de 2014

Veneno


Creedme: Es en verdad un mal valle, ése de la tristeza, para quedarse a vivir en él.

No hay, oídme bien, ni un solo árbol verdadero, ni un pájaro cuyo canto consiga despertar un destello de magia, ni siquiera un arroyo de aguas transparentes junto al que detener un momento nuestro arduo peregrinaje. Sólo encontraréis allí un exiguo manantial que destila un veneno lento, lentísimo, que el tiempo va inoculando gota a gota en las venas. Lo malo es cuando (a veces pasa, hay gente que le pasa, no pueden evitarlo, les pasa y es casi inconcebible y ojalá que nunca nunca nunca sepamos que se siente) el veneno se convierte en droga y te engancha y comprendes de repente que ya no hay vuelta atrás, y sientes que te estás muriendo -que eso te está matando- y al mismo tiempo sabes que tampoco podrías vivir fuera de ese lugar, porque en el exterior no existe nada respirable.

Yo conocí una mujer que contrajo esa enfermedad; estuve cerca, muy cerca de ella, tan cerca que fue imposible (lo supe desde el primer momento) evitar el contagio, imposible permanecer inmune a ese veneno, y también, -¡cómo olvidarlo!- imposible no amarla sin palabras, no morirse un poco en cada lágrima que manaba de sus ojos, no irse olvidando, poco a poco, de los caminos de retorno, de la posibilidad de retornar a cualquier parte, de la mera existencia de otro sitio que no fuera ese valle donde hasta el rumor del viento es una ausencia.


1 de octubre de 2014

Sombra


esta sombra difusa
que parece la mía
pero que yo no sé
si es mía o de ese otro
ser que vive a mi lado
-si ser es la palabra
si vivir es el verbo-
y junto a mí pasea
y se acuesta en mi lecho
para soñar mis sueños
y amar a mis amantes
y llorar por mis ojos 
cuando muere la noche
y la luz desparrama las ausencias
por todos los rincones de la casa


De Por si mañana no amanece

20 de agosto de 2014

El silencio de los pájaros


Los pájaros no cantan.
Una inmensa sequía de trinos
llena de desesperanza esta aurora borrosa.

Los pájaros no cantan. No hay motivo.
Han sido demasiadas las batallas.
Pocos, los hombres que han de regresar.

Abajo, en las trincheras,
muchedumbres yacen en silencio.
Hace tiempo que enviaron su carta,
su última carta,
el último adiós de un pueblo agonizante
a otro pueblo que espera agonizando
mientras lágrima a lágrima construye
la historia irreflexiva de un planeta que muere.

Los pájaros no cantan. Ya no hay pájaros.
Acaso solamente la sombra de unas aves
marchitas, taciturnas,
cabizbajas como ángeles caídos,
rompe la inmovilidad de este amanecer baldío.

Quizá esta noche el sol se hunda definitivamente.


De El horizonte traicionado

29 de julio de 2014

En el censo azul del horizonte



En el censo azul del horizonte,
vencedor y vencido son un solo cadáver.

El campo de batalla no reconoce dignidades;
no hace distinciones ni permutas.

La sangre accidental del derrotado
y la sangre del héroe victorioso
se buscan bajo tierra
hasta descubrir que no son tan distintas;
se mezclan bajo tierra
y encuentran las raíces
del árbol poderoso
que nacerá mañana,
y allí, entre los ramajes,
vencedor y vencido son una misma savia.

Toda batalla entraña
infinitas derrotas
y una sola victoria,
efímera como la ola
que apenas rompe se retira
para no volver más.


De El horizonte traicionado
 

28 de junio de 2014

Artume


Intuir su presencia en una esquina,
percibir la cadencia de su paso,
caminar a su lado sin sorpresa,
reanudar conversaciones inconclusas
y despedirse luego en un semáforo
o junto al cauce virgen de un torrente
o en el andén de una estación sin nadie.

Escuchar, sin comprender, su vuelo leve,
acostumbrarse al blues de sus pisadas,
someterse al dictado de su verbo,
aclimatarse al frío de su risa.

Una noche vendrá; lo ha prometido.
No sé si a liberarme de este yugo
o a imponerme otro yugo diferente,
pero ¿acaso importan ya
                                     las condiciones?


De Por si mañana no amanece

5 de junio de 2014

Fugaces reencuentros



Nostálgicas presencias
que a veces sin ser convocadas
vienen a turbar la muerta rutina.

Son como instantáneas.
Aparecen de pronto ante nosotros
tras la cortina gris de una tormenta
al otro lado de un voraz incendio
en la fila del hipermercado
o allende los cristales de un acuario.

Y tratamos de asir desesperadamente
la esencia del recuerdo que despiertan,
el reflejo sutil de la memoria.

Mas al abrir los ojos
el paisaje ha cambiado.
Nada es ya lo que fue.
Las queridas presencias
se alejan como sombras hacia otros territorios
en los que acaso sea posible la palabra.

Más tarde, entre las sábanas,
seguiremos buscando la llave del enigma.

Pero el pasado no vuelve para nadie.


Publicado en Mis poetas contemporáneos

26 de abril de 2014

Antes del fin 4.0



Cuando subía por última vez la cuesta en dirección al Puente de Piedra, me abordó una jovencita. Explicó que su moto la había dejado tirada y necesitaba un euro para gasolina. Conté lo que llevaba en mis bolsillos: Dos euros y algunos céntimos. Se lo di todo. Ella protestó. Yo insistí. Finalmente aceptó pero se quedó allí quieta, mirándome, como si aún hubiese algo por decir o no supiese muy bien qué hacer. Miré hacia el río. Vi al otro lado las torres, las antenas, la ciudad extendiéndose infinita, asfixiante. Igual que ayer, igual que mañana. Pero esos ojos curiosos, expectantes, representaban un cambio, una suerte de túnel secreto por donde escapar a ese marasmo. Me ofrecí a llevar el bidoncito, a acompañarla en la búsqueda de una estación de servicio, a ser una mínima etapa en su camino y aceptar su presencia en medio de mi nada. La corriente lo entenderá, sabrá esperarme; a lo largo del tiempo diríase que no ha hecho otra cosa.

18 de marzo de 2014

El poeta y su sombra


Le vi por los caminos de la vida:
Era la viva imagen de la muerte.

Era el poeta caminando solo
por la orilla de un río.

Resultaba difícil
determinar si era
el poeta o su sombra
eso que derivaba en la corriente;
resultaba difícil
saber cuál de las sombras
era real, cuál era
tan sólo una ilusión.

Y el río nunca cuenta sus secretos.


De Por si mañana no amanece

1 de marzo de 2014

Fiebre


Tengo fiebre.
Mi frente arde y me abrasa la sed. 


En el sueño, hay desiertos rebosantes de arena y el sol está enfurecido, a juzgar por los violentísimos rayos con que castiga la infinita superficie arenosa que se extiende ante mis ojos. Hay minas de sal que causan dolorosas llagas en mi cuerpo enrojecido. Hay látigos de fuego que laceran mis carnes y queman mi cordura. Hay mares de ceniza que me envuelven, ahogándome. Hay manos falsas que me ofrecen vasos de plata llenos de vinagre y orina; rostros falsos que sonríen con fingida dulzura mientras ponen ante mí toda clase de manjares escogidamente salados, cuya sola visión hace aumentar sin mesura la fiebre que me abrasa.


Consigo despertar, mas mi garganta está seca. Mis labios, resquebrajados. Apenas consigo abrir la boca. Al fin, con gran dolor, he conseguido llamar al carcelero, pero ha sido apenas un susurro. Sin embargo, ante mi sorpresa, no ha tardado mucho en aparecer junto a mi catre. 


Con palabras entrecortadas, con abundancia de gestos, con ansiedad, solicito un poco de agua. Él, entonces, sonríe maliciosamente, y me ofrece un cigarrillo.


En venganza, me duermo, y sueño torrentes vertiginosos que le ahogan y me refrescan.


Más viñetas carcelarias en Celda.

13 de febrero de 2014

Los pasos en las huellas


¡Cuántas veces he puesto
los pasos en las huellas!

Pero nada regresa:
Las huellas son tan sólo
indefinidos fósiles
y los pasos avanzan
por un suelo de arena
que siempre se parece
a la infinita arena.

17 de enero de 2014

Caverna


No es que seamos del todo inconscientes
de nuestra heredada condición de oscuros
y resignados habitantes sedentarios
en la caverna que pintó el filósofo.

(Aunque disimulemos, no ignoramos
que sombras sólo son, y no otra cosa)

Pero es más fácil permanecer quietos
sentados en silencio frente al muro
contemplando esas figuras móviles
y sus exuberantes maniobras.

Es más cómodo ver pasar las horas
sin esbozar un gesto, sin silbar una nota,
sin mirar hacia el sol -siquiera de reojo-
(porque la luz abrasa la retina).

Y si alguno levanta la cabeza,
si alguien susurra o canturrea,
si alguien grita que existen las estrellas,
entonces le miramos con desprecio,
le escupimos con furia, le arrojamos
las virulentas piedras de la ira
o el amargado esputo del silencio.

(No importará si el díscolo insurgente
es nuestro propio hijo, nuestra sangre,
el magma inmaterial de nuestra entraña).

Para preservar nuestra mentira
-nuestra tiniebla de imágenes fugaces-
le acuchillaremos ritualmente;
después veremos su sangre derramada
como si fuese otra, como si sólo fuese
la lava redentora de los dioses,
el fulgente licor de sus ensueños
-otra figura más en la pared bailando-.


De Por si mañana no amanece
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