16 de diciembre de 2013

Planes

En ocasiones, se nos deja salir al patio. Allí, me reúno con otros presos y -no podía ser de otro modo- hablamos de la futura huida. Hacemos planes, cálculos, previsiones. Fijamos fechas, proyectamos túneles, estudiamos los cambios de guardia. En secreto, redactamos informes que guardamos celosamente en nuestra imaginación. Así, consumimos tardes enteras soñando los pormenores de la evasión, el exacto momento en que nuestros pulmones volverán a llenarse del preciado aire de la libertad.

Pero, a solas en la celda, una vez que se ha apagado el eco de las conversaciones, ¿quién pensaría seriamente en huir, a pesar de todas las incomodidades? Si todo lo que poseemos -o somos conscientes de poseer- en el mundo, si todo aquello que apreciamos (los imborrables recuerdos, los sueños en los que las innumerables visiones deambulan por la celda cuando dormimos, las multiplicadas y entrañables arañitas que nos visitan cada noche) se halla aquí, entre estos odiados muros, ¿cómo pensar ni un sólo instante en la huida?


No creo errar al afirmar que a todos nos sucede lo mismo, que nos sentimos atados por los mismos sentimientos, o acaso tan sólo por la inquebrantable fuerza de la rutina; pero es imposible concebir un recluso que no tenga los más fervorosos deseos de huir: De ahí, sin duda, las interminables conversaciones secretas del patio, y los meticulosos e infalibles planes que jamás se han de poner en práctica.


Más viñetas carcelarias en Celda.
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