31 de enero de 2012

Rito


Celebramos nuestro rito cada día
adorando a nuestro dios rectangular.
Rendimos culto a una pantalla
o a las fugaces sombras que la habitan.

Reímos a la hora de la risa,
lloramos cuando el llanto es la consigna,
nos postramos ante el último profeta
salido de las entrañas de un sohwtime
y adoramos sin mesura la sublime palabra
de modernos predicadores con corbata
que nos hablan de los muertos convenientes,
de los que son noticia, de aquellos que no mueren
en oscuras callejas o al borde de una idea,
de aquellos que no caen de un andamio
ni llenan sus pulmones de inmundicia
en el oscuro fondo de una fábrica
o en los túneles ciegos de una mina.

Pero también esos cadáveres anónimos
que mueren día a día sin violencia
en el turbio corazón de la metrópoli
son una herida en el alma de las nubes.

Yo canto por los muertos que se miran
el rostro cada día en los espejos;
canto sus ojos graves, resignados,
su desencanto crónico, su antiguo
cansancio que no cesa.
Yo canto por los muertos
de los que nadie habla, los anónimos
silenciosos fantasmas ambulantes
que no siembran estelas ni levantan
murmullos a su paso, los que venden
su tiempo en una esquina, los que callan
y dejan que la vida les aplaste
sin un grito ni un gesto ni una lágrima.


De Por si mañana no amanece
Publicado en Inventiva social

26 de enero de 2012

El precio de los regresos


Cuando partí no sabía
el precio de los regresos.

Ignoraba que hay monstruos
bajo la superficie
cuya visión no puede
soportar la razón.

Que la luz no penetra
las simas abisales
donde el Olvido acecha.

También desconocía
que las mareas traen
decepciones sin nombre
entre coral y espuma.

(No sabía tampoco
que todo viaje es largo
cuando es en soledad)

He aprendido que toda
navegación esconde tempestades
y crepúsculos negros;
que la ruta
es un capricho de los dioses
y el tiempo un aliado del naufragio.

Pero Ítaca exige tales pruebas.
No todos los viajeros
gustarán los manjares del retorno.


De Arenas de Ítaca
Publicado en mediaIsla poeMartes, Mis poetas contemporáneos y La Buhardilla nº 17

20 de enero de 2012

Distancia


Vivir a cada instante padeciendo
la maldición innata
de saberse incompleto;

mirarse cada día en el espejo
y no saber si el reflejo es la respuesta
y no poder siquiera descubrirse
en esos gestos, esas distracciones,
en ese pelo casi encanecido
o en las facciones grises;
y tan solo los ojos,
muy lejos, en el fondo,
como el vivo fulgor de una fogata
ardiendo en otro sitio
o quizá en otro tiempo,
ardiendo acaso sin motivo
en una dimensión desconocida
o al final de un callejón desierto
en el confín del barrio más humilde
de una ciudad lejana... ¡tan lejana!


De Por si mañana no amanece
Publicado en Inventiva social, Noticias literarias de América Latina y Mis poetas contemporáneos

16 de enero de 2012

El lago


He vuelto a ver el lago.

Después de tantos años no parece ya el mismo
aunque su forma exacta pueda ser la de entonces
y en la isla del centro perennes permanezcan
aquellos siete pinos, aquellos cuatro bancos,
testigos silenciosos de nuestra adolescencia.

He vuelto a ver el lago. También la pasarela,
las aguas estancadas, el césped, el paseo...
Todo igual y distinto.

Mas nada nuevo adorna este paisaje.

Tan solo son mis ojos, ayer quizá inocentes,
esperanzados, vírgenes... Hoy demasiado viejos.


De Por si mañana no amanece
Publicado en MorsaDice e Inventiva social

11 de enero de 2012

Boletos


A mi amigo Miguel,
que despertó estas palabras.

No nombraré la ciudad porque la ciudad es múltiple, y porque lo que allí sucede, bien puede suceder a diario en otra ciudad, en otro país. Acaso cambien los nombres, los rostros, los objetos.

Yo, turista en todas partes, eterno extranjero, pertinaz inhabitante, venía caminando hacia la estación, con mi maleta medio vacía (maleta de nómada incurable, brevísimo catálogo de recuerdos y ausencias, inútil equipaje), y un creciente cansancio que se iba acentuando a medida que mis pies cruzaban más fronteras, a medida que mi pasaporte acumulaba sellos. Puesto que aún faltaba más de una hora para la salida de mi tren, tomé asiento en una terraza sombreada. Enfrente, al sol, había varios niños jugando. Niños pobres, harapientos, de los que abundan en los alrededores de casi todas las estaciones del Sur. Cuando pasaba alguien con traje, o con aspecto de turista, uno de ellos se separaba del grupo y se acercaba al desconocido, ofreciéndole un billete de lotería. El timo es antiguo. Se trata de billetes viejos, sin premio, que los chicos recogen del suelo o de las papeleras y planchan lo mejor que pueden para darles apariencia de nuevos. A veces, algún despistado compra un billete, pero generalmente hay gritos y amenazas, y a menudo, los chicos tienen que salir corriendo para no caer en manos de la policía.

No muy lejos de allí, las máquinas excavaban lo que muy probablemente se convertiría con el tiempo en un centro comercial o un edificio de oficinas. Quizá a causa del monótono ruido de las excavadoras, me amodorré un poco.

Una voz suave me despertó.

- Señor...

Cuando levanté la vista, una chiquilla morena, con dos trenzas medio deshechas y una mancha oscura en la mejilla, me ofrecía uno de aquellos billetes.

Mi primer impulso fue echarme a reír y despedir a la mocosa con unos céntimos o con la amenaza de la policía, que es el remedio habitual en estos casos, pero algo en su mirada me impedía hacer una cosa así.

- El número es lindo -dijo, tratando de vencer mi indecisión con esas simples palabras.

Entonces la miré con más detenimiento. Sus ojos no eran los de una niñita suplicante, no eran ojos mendicantes, ni ojos víctimas; tampoco eran los ojos pícaros de quien está estafando a un turista crédulo; aquéllos eran los ojos firmes y tranquilos de alguien que sólo pide lo que por derecho le corresponde.

No lo dudé un instante. Conté algunas monedas y puse en su mano el dinero que costaba el billete. Ella me dio las gracias, sonrió dulcemente y regresó junto a sus amigos. Mientras la miraba alejarse correteando alegremente, guarde el papelito en mi cartera, junto a la fotografía de Mariela.

Miré el reloj. Había que irse. Mi tren estaba a punto de llegar.

Sé que es innecesario contar lo que sigue, decir que aquel fue el primero de una larga colección de boletos caducados, que hubo en mi camino otras muchas estaciones, otros niños y otras excusas, que en cada lugar que visité fui atesorando con avidez los boletos que aquellos niños famélicos me ofrecían, siempre ante la atenta y burlona mirada de los testigos, ciegos, incapaces de percibir que todos y cada uno de aquellos papelitos medio arrugados tenían un premio mucho más valioso que el que indicaban los números impresos.

Durante años he llevado conmigo ese primer boleto, prueba irrefutable de que la escena anteriormente narrada no fue un sueño. A veces, contemplo la cifra, ("-El número es lindo") como si en ella pudiera leerse algo que no fuese una sucesión más o menos armoniosa de dígitos. A veces, contemplo la cifra como esperando que esos signos revelen algo que en realidad no necesita ser revelado.


De Prosas breves.
Publicado en Revista Almiar y Con voz propia

3 de enero de 2012

Viajero soy


Viajero soy. La ruta es mi destino.
El frenesí del mar, mi desafío.

Viajero soy. En todas partes moro,
y en ninguna. Mi patria es el recuerdo
de tres o cuatro rostros y unos versos
que alguna voz amada pronunció.

Viajero soy. En el confín del mar
está la tierra de mis padres; lejos,
otros mares y otras tierras y otros dioses.
Todo cabe en mi cuaderno de bitácora.

Viajero soy. El horizonte espera
la estela de mis naves, las palabras
que mi pecho proclama, las batallas
que los vates cantarán en la mañana.

Y más allá de todo
rodeada de mar* se alza la etérea
Ítaca, paciente, inamovible,
hermosa al atardecer* eternamente aguarda
el retorno de sus hijos nómadas.


De Arenas de Ítaca
Publicado en el nº 17 de La Buhardilla

*rodeada de mar y hermosa al atardecer son dos
de las formas empleadas para describir a Ítaca en La Odisea.

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