17 de abril de 2012

Conversaciones


Conversaciones (Celda XIII)

El carcelero, a veces, finge ser amable. Charla conmigo, se interesa por mi salud, por los motivos de mi tristeza; me ofrece cigarrillos, alguna chocolatina, refrescos, todo aquello, en suma, que normalmente nos está vedado a los reclusos. Me cuenta historias de su infancia y de su barrio, tratando de que olvide con la conversación la ausencia de mis arañitas. Cuando, tal vez a causa de una tenue disminución de la tensión reflejada en mi rostro, cree llegado el momento, se deja de rodeos y va en busca de lo que verdaderamente persigue: Me pregunta por Ella.

Hay ocasiones en que, por un instante, dudo. Pero esa falta de sutileza por parte de mi interlocutor es mi mejor aliado. De ese modo, siempre consigo reaccionar a tiempo, evadiendo la respuesta, aunque debo confesar que alguna vez he estado muy cerca de traicionar mi secreto. Entonces, él no puede evitar el rictus de contrariedad que deforma su cara, en especial cuando mi sonrisa le dice que su juego ha quedado, una vez más, al descubierto.

Cuando eso sucede, se terminan los refrescos, las golosinas y las conversaciones al atardecer. Pasado un tiempo, vuelve a intentarlo. A veces, yo también participo del juego: finjo hablarle de Ella, aunque no sea realmente de Ella de quién le estoy hablando, si es que en verdad hay que admitir tal posibilidad. Observo como anota con cuidado en su libreta cada rasgo rigurosamente inventado, cada matiz inexistente de la voz. Cuando termina la tarde, y el carcelero escucha mi estrepitosa carcajada, sabiéndose burlado, rompe en mil pedazos los apuntes y sale enojadísimo de la celda.

Alguna vez, no obstante, me ha parecido sorprender en sus ojos la sombra de una lágrima, y me pregunto si no será que él se siente tan solo como yo mismo y necesita una presencia inventada para soportar el peso de los días que nunca terminan. Por esencia, se sabe que los carceleros carecen del don de la imaginación. No es de extrañar, entonces, que a falta de fantasías propias, recurra a las mías.


Otras viñetas carcelarias

2 comentarios:

  1. Estimado Sergio,
    el modo en como llegué a este blog es bastante curioso. No tanto, si lo pienso bien. Estaba buscando para una niña un poema que tratase sobre el mar y encontré uno, que era tuyo. Me fascinó. Y me apunté por algún lugar tu nombre. Normalmente, cuando uno hace esto, pierde el interés al cabo de un tiempo, pero en este caso aquí estoy.
    Por cierto, ¿sigue este post o ha seguido?

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    Respuestas
    1. Los caminos de internet son misteriosos, igual que los de la vida real. Imposible saber qué nos conducirá y qué nos extraviará, si queremos suponer que ambos verbos no son sinónimos en el fondo.
      En cualquier caso, me alegra que hayas llegado y espero que te guste cuanto aquí encuentres.
      Sobre esta breve historia, te diré que forma parte de un conjunto basado (aparentemente) en la reclusión. Son historias individuales con el denominador común de la Celda y forman parte de un todo, pero sin continuidad.
      Gracias por tu visita y un saludo.

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Gracias por tu presencia y tu palabra.

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